16.3.12

J.

J. caminaba por los senderos de aquella ciudad, sin mas compañía que sus alegres silbidos trinantes. Miraba a las personas de cerca y de lejos ajenas a que las observaban, capturaba cada pequeña manía y cada vicio de sus personalidades, algunos de ellos no aptos para menores y hasta incluso para mayores, y otros tan simples que pasaba de largo como quien ojea las páginas de una revista en la sala de espera de alguna consulta. A algunos niños las llamaba la atención su musiquilla y la miraban unos segundos embobados antes de que alguno de sus padres les diera un tirón en el brazo para que continuasen su camino. Entonces una sonrisa casi imperceptible se dibujada en su cara y seguía andando y andando.
El brillo del sol disimulaba las verdades intenciones que escondía su paseo, pasó frente a una fuente y un poco mas alante encontró el lugar perfecto...

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